lunes, 1 de octubre de 2012

Cómo las musas les robarían a los desgraciados


Si por cada musa descalza brincando en los charcos Mauricio se pusiera a cazar búhos, se extinguirían. Las musas se han multiplicado tanto que amenazan con poblar el mundo real, despojando a los desgraciados de su hogar, arrebatándoles hectáreas de tierra. El núcleo ya lo poblan 700 personas brincando sobre el magma. Se derriten unas, pero reaparecen, porque algún desgraciado se las imagina mientras escribe un poema, un libro, que luego guarda en un estante peludo y de color café, uno ya muy viejo con facha de heredado. No lo quiere publicar porque teme a las imprentas, las editoriales, que le rechacen su trabajo. Y como nadie le compra ese poema o libro muso-inspirado, pues los otros desgraciados se imaginan a más musas y así hasta que cada habitante real posea 3 musas. La lluvia cada día es más frecuente, erosiona calles, hasta que no forma hoyos no deja de chispear. Forma ya no charcos, sino lagunas donde danzan cientos de mujeres descalzas, algunas con zapatos de tacón lamiéndose el pelo largo y virgen, otras sólo huelen el aire y caminan como perros. Las de las orillas tienden a mudar de charco porque creen que merecen aguas más limpias.
Malditas musas hermosas que se jactan de perfectas poetas analfabetas, con piernas torneadas y brazos estilizados. Desgraciados desgraciados que sin querer pierden su patrimonio por cada mujer que inventan.
Las desgraciadas no han creado hombres candentes porque no han visto uno real, se limitan a vivir con señores 40 años mayor que ellas, con barbas canosas, uñas maltratadas que rozan las finas hojas donde escriben con sus carísimas plumas. Esas mujeres no les inspiran algo, les inspiran nada. Por eso no hay hombres candentes brincando en los charcos, y de haberlos serían estériles, para no procrear más mujercillas brincadoras. Así se vive en algún lugar, que día a día parece más cercano a la Tierra. Los búhos agradecen a Dios que Mauricio no sea poeta.

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