domingo, 3 de junio de 2012

Atlantis.




Cuando en los días salía en Sol, yo bajaba a Atlantis a recorrer las paredes, viendo siempre las mismas piedras talladas, los pasillos alumbrados con luz finita, y las imponentes estatuas de dioses cuyos nombres, por respeto, me obligo a callar.

Cuando en las noches se acostumbraba a tomar leche y masticar galletas, yo salía de Atlantis, regresaba a casa con nuevas plantas enredadas en mi cabello. Las plantas las guardaba mi padre para poder recordarme en estas fechas que yo podía visitar ese continente, que yo era fuerte, que yo respiraba bajo el agua, que yo pulía mis escamas, que yo era sirena, que yo traía esas rarezas de plantas enredadas en mi cabello, que se secaban con cada salto que daba, rodeando la luna, sacándole espuma que mermaba secándose en enormes cráteres.

Cuando yo era sirena era poderosa, cuando yo creía en la magia, yo era sirena. Cuando en los días salía el Sol y en las noches se acostumbraba a tomar leche y masticar galletas, yo creía en la magia.

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